Sin empezar.

Si te vas sin decir nada y vuelves hacia atrás pensando que todo será igual, olvida esas miradas repentinas cuando te girabas y te dabas la vuelta otra vez.

Vamos caminando hacia el precipicio de las luces pálidas donde llegar se convierte abandonar cualquier otra parte. Las leyes del espacio conocido y el que aun queda por autodescubrir nos atrapa y nos asfixia.

El sol de mediodía juega con nosotros igual que juega el azar con los jugadores de un casino perdido en medio de miles y miles de jugadores dispuestos a todo por tener nuestro ecléctico juego.

Deja donde encontraste lo demás esas historias de muertos y maleantes. ¿Todavía te acuerdas de aquello que nos encontramos y que nos llevaba a hacer de todo? Lo normal es que no te acuerdes porque ni siquiera a terminado y empezado lo que intuimos que pasará.

Fingiremos cuando llegue la última luz y venceremos porque no nos duele lo inevitable. Gritar con rabia como si no hubiera mañana y perdernos en lo que parece obvio por querer hacer lo nuestro a nuestra manera.


El rugir de las luces de neón nos espanta. Corremos despavoridos por una linea paralela, metros de distancia pero desafiar distancias absurdas es fácil.

Detrás nuestra una estrella y miles más ahí arriba aunque podríamos hacerlas caer si nos apeteciera. ¿Te apetece oscuridad? Diríamos alguno de los dos. La respuesta a esto resolvería el problema que nos une.

¿Vemos el mismo firmamento?