Noche de abril en julio.

Que una noche en la no puedes dormir de esas en las que tu recuerdo es más vivo y está vivo. De esas noches en las que tu cabeza inventa situaciones que no vivirás. De esas noches en las que la autocrítica hace mella en la mente, en el corazón y en el alma. De esas noches en las que la nada baja por esa mejilla fría y suavemente acaricia tu piel. Se resbala por tu cara y llega finalmente a ese abismo donde el cuello empieza y acaba, donde no hay nada y hay tanto.
Llega al lugar donde esos besos empezarían a impactar con mi piel y entonces es ahí cuando la nada dice adiós a toda una larga noche en la que el propietario de la misma no podrá dormir y volverá a cambiar la almohada hacia la parte que está fría para calmar sus pensamientos de manera infructuosa. Cuando un nuevo amanecer le dé la bienvenida de nuevo pensará en todos esos días monótonos del calendario que pasan sin pena ni gloria por una vida demasiado castigada durante tan poco tiempo.
Pero... mientras tanto escribo esto en la parte de notas de mi móvil una maána normal de abril, a la espera de publicarlo en el blog, el mejor lugar para tomarse una dosis de un buen compuesto tóxico en compañía de unas palabras ordenadas que inconscientemente dañan al ser que las lee por hacerles creer que la nada no vino acompañada de otras tantas a causa de pequeños y desafortunados momentos en los que pudo pasar tanto y no pasó nada, bueno pasó lo que quisieron que pasase sin contar con ninguna opinión y tal vez, en estos momentos no esté escuchando unos ruidos para que me levante de la cama, solo tal vez eso no es verdad pero lo más probable es que así sea. Me despido desde aquí, desde mi cama.
Buenas noches o buenos días, elegid el momento de este trozo de vida que menos os guste, al fin y al cabo tiene la misma porción de cianuro, o quizás no...

Momentos sacados de un borrador lleno de polvo.