El zumbido del móvil de Carlota indicaba que un nuevo mensaje le había llegado. Estaba en número oculto así que era imposible saber de quien era. Solo decía unas palabras desconcertantes:
Esto solo ha sido una visita, si no quieres que pase nada más deja todo tranquilo y no intentes saber más o habrá consecuencias fatales. Adiós.
La conclusión que sacamos de ese SMS es que alguien quería que no indagáramos en el tema, pero era contradictorio enviar algo, entrar a recuperarlo y acusar por hacerlo intentando. No teníamos ninguna respuesta... por ahora.
-Se han llevado la caja que nos enviaron el primer día, la flor seca y la fotografía antigua donde salía mi abuela y el poema que nos hemos encontrado esta mañana...
-Parece que ahora no quieren que sepamos nada -dije yo.
-Eso no lo sabemos... pero por lo menos yo no estaba aquí y no me he encontrado con visita, menos mal que me he ido con vosotros.
-¿No te parece demasiada coincidencia que no se haya encontrado a nadie?
-¿Insinúas que sabia que no estábamos?
-Yo solo digo que las casualidades no pasan porque si y esta no parece una casualidad sino algo premeditado.
-Estoy harta de tanto misterio, creo que deberíamos de dejar esto. No quiero que pase nada malo, es lo mejor que podemos hacer. Sabes que en otra ocasión te diría que siguiéramos intentando saber de que va todo esto pero este asunto me da mala espina. -dijo Carlota decidida y temperamental.
-Tienes razón, olvidémonos de todo esto. -pero mis palabras no eran verdaderas porque mis planes eran otros. Era arriesgado seguir intentando saber que eran todos eso envíos y mensajes pero lo necesitaba.
Se me ocurriría algo y todo estaría resuelto en un pis pas con una solución muy lógica... aunque no existía nada lógico pero, claro, eso yo no lo sabía.
Sentados en el sofá con nuestros respectivos portátiles escribíamos mensajes a los amigos, revisábamos la vida virtual y cotilleábamos a los demás. El día primaveral se había llenado de nubes grises y el clima estaba empeorando por momentos. Un mal presagio. Hacía incluso frío y cogimos una manta, ya olvidada que nos había dado su compañía durante las largas y gélidas tardes de inviernos. La manta de color celeste algo raída por el paso de los años aun guardaba su calidez habitual.
Desde la ventana parecía intuirse que el tiempo tenia relación con todo lo que estábamos pasando.
Ella se fue a por algo de beber. Tenía el portátil abierto y pude ver como un texto a medio acabar estaba escrito en la pantalla. En ese instante intuí que se trataba de un blog y apunté la dirección rápidamente porque apenas estaba a unos metros y desde la cocina se podía observar todo el minúsculo comedor ya que estaban integrados en un mismo espacio acogedor y hogareño. Ni siquiera se como me atreví a perpetrar en su intimidad pero lo hice y más tarde me metería de lleno en su vida.
Ya eran las 16:15 y no habíamos pegado bocado alguno.
-¿Te apetece algo?
-La verdad es que no tengo mucho hambre -la razón era otra pues la nevera estaba vacía y tan solo habitaban en ella unas lechugas, un cartón de leche, un bote empezado de tomate y el recipiente caducado desde hace 4 meses de mantequilla que día tras día veíamos y no quitáramos porque ya era un elemento indispensable del frigorífico.
-Menos mal que tenemos unas cuantas latas y algunos congelados, porque sino no se que nos pondríamos a la boca...
-Creo que ya va siendo hora de ir a comprar.
Abrí el cajón y cogí un abrelatas. Acto seguido agarré una lata de atún y puse el contenido encima de una lechuga que previamente Carlota había limpiado y troceado.
-Una comida rica, sana y nutritiva. -dijo Carlota con espíritu de madre
-Bueno, no te pases chef de la 'cuisine professional' -mi afición por mezclar palabras de diferentes idiomas era el culpable de ese espantoso acento francés.
Terminamos enseguida y ni siquiera eran las cinco de la tarde de un domingo por la tarde gris y frío. Gris y frío porque habían secuestrado a la primavera.
-¿Vamos a comprar? -lo dijo como quien dice "si no vienes me da igual porque yo no quiero seguir aquí"
-Que remedio...
Nos vestimos y salimos por la puerta. Cerramos con llave dos veces seguidas para comprobar que la operación estaba bien realizada.
El autobús llegó antes. Raro aquí y en todos los sitios. Nos sentamos juntos y me perdí en sus ojos. Eran demasiado perfectos para mi. Marrones con algo que lo hacían diferentes al resto. Eran sus ojos, los dueños de su inocente y risueña mirada.
Un gran hipermercado permanecía pasivo en medio de unas grandes naves industriales. Todo estaba en plena ebullición de gente cargada con bolsas.
-¿Hay algo mejor que hacer una tarde como esta?
-No se me ocurre nada que lo supere. -dijo
-Que chispa tienes... -unas risillas acompañadas de una mirada asesina fueron dirigidas para mi.
Esos pasillos llenos de productos colocados estrategicamente me proporcionaban una sensación de agobio y claustrofobia sin medida. Odiaba eso.
Con un presupuesto de 15 € nos aventuramos a comprar lo imprescindible. Unas cuantas latas, leche, un paquete de pan de molde y una fantástica bolsa de patatas fritas llenaban nuestro carrito porque al fin y al cabo comemos todos los días en el comedor del instituto. Una de las ventajas de nuestra beca. Los inconvenientes eran llevar la ropa sucia los martes a la lavandería del recinto y cumplir las exigencias a las que estábamos sometidos como por ejemplo demostrar que nuestras mentes adolescentes eran merecedoras de la beca obteniendo calificaciones altas.
Pagamos en caja y nos sobraron casi 3 € que irían a parar al bote de 'Asuntos varios'
El bote de `Asuntos varios´ que tenia ese nombre porque era para aglutinar en él todo lo que queríamos hacer en la vida y que queríamos conseguir. En él no había mucho dinero pero eran nuestros ahorros, compartidos, así que no había necesidad de pedir prestamos, entre nosotros tomábamos las decisiones de los ahorros.
Tomamos el autobús de regreso a casa y esta vez cuando llegamos nadie había entrado pero en lo que no nos habíamos percatado es que un coche negro estaba en la puerta del edificio controlando todos nuestros movimientos.
Tenia curiosidad por saber lo que escribía Carlota en su blog pese a que no era justo invadir su intimidad.
Puse el nombre en Google, pinché y todas sus inquietudes se abalanzaron sobre mi.
La última entrada que había publicado era de apenas 5 días y parecía que lo que había escrito hoy aun no lo había terminado. El título de la entrada se llamaba
Alas para no volar
Alas para no volar.
Jamás se me olvidaran los últimos recuerdos de mi hermana y de mi madre. Mi madre era la persona más importante que existía en este mundo para mi. Ella era cariñosa, amable y siempre sabía darse cuenta de cuando yo la necesitaba. Por las noches cuando era pequeña solía venir a leerme algún cuento de fantasía y me deseaba las buenas noches con un gran beso en mis mejillas. Por las tardes de verano nuestros planes eran ir a la playa a recoger conchas y juntarlas todas en un bote, era un bote azul claro. Mi hermana también venia con nosotras pero como era más mayor rechistaba y ya no venia tanto, ya no pasábamos tanto tiempo las tres juntas.
El año después de que ellas muriesen, justo en verano, yo solamente podía contar los días que faltaban para que el el verano acabase y el otoño se filtrara en las hojas, pintándolas de amarillo y rojo. Sin embargo la luz moteada de media tarde ofrecía un esplendido color esmeralda y el calor se sentía en mi cara. Desde la terraza de mi casa en la más absoluta soledad mis lágrimas caían sin descanso y mis sollozos no eran escuchados por nadie. Mi padre que desde el fallecimiento de ellas se había refugiado en el trabajo apenas me había prestado atención. Yo solo era un claro reflejo de mi madre, la persona a la que más amó en su vida.
Era pleno agosto y tras un año de todo eso yo podía recordar lo que pasó aquella tarde como si yo misma lo hubiera vivido.
Mi hermana, Mónica, que siempre ha tenido más amigas que yo, aparece dando brincos, rodeada por un grupo de chicas. La saludo con la mano y ella corre hacia mí, me agarra y me arrastra en dirección al coche donde mamá nos espera para llevarnos de vuelta a casa. Algo en su entusiasta saludo de cada tarde a la salida del conservatorio hace todo diferente. En el coche mi madre, que también se llama Mónica, enciende la radio y una canción en inglés algo desfasada suena. A mi hermana la llaman por teléfono móvil una de sus amigas, una de tantas.
-Claro que si que puedo Maica, entonces ¿en tu casa a las 8? -dice mi hermana y vuelve a decir -Genial, ahí nos vemos.
Mi madre le pregunta que quería Maica y le responde que más amigas van a dormir en la casa con jardín que tiene ella en las afueras. Mi madre antes de que le pida nada, le dice que le llevará pero con una condición, al día siguiente deberá de ordenar su cuarto.
-Vale mamá -dice con voz entrecortada.
Me dejan en la puerta de nuestro piso en el centro de la ciudad y se despiden enérgicamente. Esa será la última vez que las vea con vida.
En el portal intento que no se den cuenta de la felicidad que me proporciona quedarme sola en casa. Aunque solo soy una niña de 11 años me gusta descubrirme a mi misma. Tal vez hable por chat con mi amigo Martín, suena en mi cabeza.
En casa enciendo el ordenador pero aro un libro y me sumerjo en sus páginas.
Un zumbido avisa que me reclaman por chat, es Elisa. Después de un buen rato comienzo a aburrirme con la conversación con ella. Finjo que me interesan los cotilleos de una niña de mi edad cuando en realidad necesito saber si Hysbell, la protagonista de la novela que leo, sobrevivirá.
Lanzo exclamaciones en los momentos adecuados e imagino que Elisa se siente comprendida y que mi atención le llena y le fortalece. Me despido de ella diciéndole una mentirijilla. Ojala Martín se hubiera conectado.
Son las 19:38 de una tarde de agosto y mi madre estará a punto de dejar a Mónica en casa de Maica, así que pronto vendrá. Pero no ocurre nada de eso.
Solo siento una punzada en el corazón, después de eso el mundo que conocía dejará de serlo así pasando a ser una nebulosa de oscuridad y tristeza.
Dos personas se han marchado para siempre y unas vidas se han desperdiciado. Tenían alas para volar pero no las utilizarán, ahora solo son alas para no volar.
Después de leer esto me hundo en la desolación. Yo pensaba que el tiempo había actuado sobre ella pero no es así. Se encuentra vulnerable y débil. La perdida de su madre y su hermana fue algo demasiado duro para el final de su infancia. Después de eso se convirtió en lo que hoy es, una chica madura, intranquila y antes creía que despreocupada, pero las apariencias engañan.
No dejo de pensar en ella mientras el sol se oculta y la jornada dominical llega a su fin. Pronto será lunes y tendremos que acudir al instituto.
Cenamos un bol de cereales con leche y la televisión encendida.
-¿Que te pasa? -me pregunta preocupada Carlota.
-No me pasa nada. -esa pregunta se la debería de haber hecho yo pero no me atrevo a decirle que he descubierto su blog donde sus preocupaciones están al descubierto.
El resto de la noche continua en silencio, un silencio demoledor para mi. Nos acostamos pronto y siento como si algo hubiera cambiado para siempre.
¿Mi amor por ella? No, eso sigue igual. Es otra cosa que no consigo describir y que me llena de un vacío irresponsable y caprichoso, al vaivén de los sentimientos.
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