Alquilé mi corazón,
Exigí lo que te mereces.
¿De que te quejas?
cuando hablas y no callas,
cuando partes la niebla,
cuando tocas la herida,
cortas la piel y no brota ni sangre.
Escuece la herida,
El perdón no se vende. El perdón no se compra. El perdón no es gratuito, no tiene precio, no tiene cupones descuento. El perdón no se esconde detrás de un muro, el perdón no está bajo una capa de hormigón, no está olvidado en el fondo de ningún cajón. El perdón no navega en ningún barco. El perdón no surca ninguna ribera, no pone los pies al sol, no sale corriendo. El perdón no huye de las despedidas. El perdón no está al lado del bote de leche de la nevera ni en la sección de congelados de cualquier supermercado. El perdón no se pesa, no se escucha, no se toca, no se ve, no se olfatea. El perdón no se mete en la boca para chuparlo y lamerlo, no se escupe, tampoco se traga, ni explota después de sacudirlo cien veces, no.
El perdón habita dentro de nosotros. Solamente hay que dejar que, de vez en cuando, le dé un poco el aire.
Ya no sé si es de día o de noche.
Recuerdo a las nubes pintarse en el cielo.
Robé el botín y lo escondí bajo tierra.
Me llevé los relojes y el tiempo a puñados.
Transporté a zonas salvajes criaturas perfectas.
Rocé con los dedos estrellas apagadas.
Aún así, me quemé como siempre.
Volví a encenderme soportando las llamas.
Adoré a dioses
y
recé, supliqué pero por tus ofensas casi me cuelgas.
Sueño con una noche de verano, sueño con un crujido.
Sueño con una tarde al fresco,
sueño con un quejido.
Sueño con una mañana al sol,
sueño con un graznido.
Despierto con un canto desigual, como de lloro, en este lugar, rodeado de cuervos graznando y de aves sollozando.
Despierto cuando clarea porque la tierra no quema y el sol no arde, porque los cuervos me llevan a volar.